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América latina: entre sombras y luces (análisis) (página 2)



Partes: 1, 2, 3

En el documento resumía argumentos que, en
nuestro personal criterio, respaldaban la idea de unificar las
gestiones de los países deudores para lograr negociar en
un nivel de igualdad frente al unificado Sindicato de Acreedores.
El primer argumento puntualizaba la eficiencia que podría
obtenerse al concentrar las negociaciones en una sola entidad
administrativa.

El segundo argumento también se inspiró en
el accionar de los propios bancos, se prohíbe a los
deudores dar preferencia de pago a ningún acreedor en
particular. Esta prohibición se oculta bajo la denominada
cláusula del pari passu, Así, en nuestro segundo
argumento aceptábamos como un hecho consumado la
decisión de los acreedores de no negociar individualmente
con nosotros los deudores; pero concluíamos que los
deudores tampoco debíamos negociar individualmente con los
acreedores. En el tercer argumento rebatíamos la tesis
expuesta por los acreedores, para quienes el unificar las
gestiones del Club de Paris, del Club de Londres y del Grupo
Multilateral bajo un solo cartel o sindicato, tenía como
único propósito el de posibilitar una
negociación de suma positiva. Es decir, una
negociación en la cual todos los participantes ganan o, en
un caso límite, el participante que no gana tampoco
pierde. El cuarto argumento –el más trascendente-
recalcaba el hecho de que si los acreedores negociaban en bloque
y los deudores lo hacíamos individualmente,
quedaríamos excluidos de participar en él -hasta
ese entonces- mercado libre de capitales.

Para explicar este cuarto argumento, destacábamos
que el mercado internacional de capitales está constituido
por dos segmentos: el mercado primario y el mercado
secundario.

El mercado primario corresponde a aquella instancia en
la que el prestamista le entrega dinero al prestatario quien, en
garantía, suscribe los pagarés en los cuales se
especifica el monto, el plazo y los intereses del
préstamo. El mercado secundario, por otro lado, se genera
cuando los pagarés recibidos por el prestamista son
puestos a la venta y adquiridos por un tercero que pasa a ser el
nuevo acreedor. Desde luego, en un mercado libre los
pagarés también pueden ser comprados por el propio
deudor que desee rescatar parte de su deuda. Así, la
principal diferencia entre el mercado primario y el secundario,
es que en el primero la transacción se realiza entre el
acreedor y el deudor; mientras que en el secundario la
transacción puede realizarse entre dos acreedores o
también entre acreedor y deudor. Era esta última
alternativa la que se eliminaba con la cláusula del pari
passu, que en definitiva prohibía a los deudores
intervenir en el mercado secundario. Nuestra preocupación,
desde luego, no se limitaba a tratar de preservar el buen
funcionamiento del mercado libre, sino que la crisis financiera
nos hacía prever una drástica caída en el
precio de los pagarés. Desde esa perspectiva, si es que
los deudores quedábamos excluidos de negociar en el
mercado secundario, la caída en los precios
beneficiaría exclusivamente a los nuevos
acreedores.

En virtud de que esos cuatro precedentes –el Grupo
Ditchley, el pacto del pari passu, la alianza suma cero y el
cierre del mercado secundario- concentraban el poder de
negociación en manos de los acreedores al impedir que el
mercado funcione; presumía que en la reunión una
mayoría de asistentes apoyaría nuestra propuesta a
favor de que los países deudores también nos
unamos.

La reunión.

El jueves temprano obtuve 24 fotocopias del documento
para distribuirlas en la pretendida sesión de esa tarde.
Además, en la recepción del hotel deposité
una lista que contenía los nombres de las personas que
constituían el principal contacto con cada
delegación, a fin de que se les indique la
ubicación de la sala y les recuerden que la reunión
se iniciaría a las tres de la tarde. A media mañana
busqué al Ministro de Finanzas del Ecuador para invitarlo
a la reunión y exponerle las ventajas que una
acción conjunta tendría para nuestro país.
Fue cuando recibí la primera sorpresa del día: el
ministro ya no estaba en el hotel.

Esa mañana había salido intempestivamente.
La sorpresa logró debilitar nuestra estrategia original al
no poder obtener el apoyo ecuatoriano. Desde luego, la imprevista
partida del Ministro no podía estar relacionada con
nuestros planes por la sencilla razón de que él no
los conocía. Al menos así yo creía. La
segunda sorpresa la recibí en la sala donde debía
efectuarse la reunión cuando -a las tres y diez de la
tarde- entró el amigo uruguayo que me informó que
„nadie vendrá? mientras me entregaba el
periódico The Wall Street Journal. Allí en el
periódico, muy visible, se observaba la noticia que
explicaba la deserción de las delegaciones y el fracaso de
la reunión. La noticia tenía un encabezado que, es
de suponer, habrá causado alferecía en más
de un funcionario del gobierno ecuatoriano. El encabezamiento de
la noticia deformaba la verdad debido a dos hechos: en primer
lugar, era imposible que el Gobierno hubiese tenido tiempo para
propiciar la formación de un club cuya necesidad
recién se había evidenciado tres días antes.
En segundo lugar, cualquier "patrocinio -de ser el caso-
habría sido canalizado a través de algún
funcionario del gobierno y no por intermedio de un profesional
independiente. Por otro lado, la utilización de la palabra
"Club"en la edición de los periódicos en idioma
español, no concordaba ni con la noticia en idioma
inglés originalmente publicada por The Wall Street
Journal, ni con los argumentos que habíamos expuesto en
Panamá. En efecto, los editores de The Wall Street Journal
habían utilizado la expresión "Cartel de Deudores
(Debtors`Cartel) y no la de „Club de Deudores. La principal
diferencia entre esas dos expresiones radica en el hecho de que
la palabra „club define a un grupo cuyos miembros poseen
alguna característica exclusiva que excluye a quienes no
la poseen, mientras que la palabra „cartel define a un
grupo cuyos miembros se unen para impulsar algún objetivo
común. Desde esa perspectiva, resultan adecuados los
nombres de "Club de París y "Club de Londres, en cuanto a
que en ambos casos se excluye a los acreedores que no alcancen un
determinado nivel de acreencias. Pero la propuesta de organizar
un consorcio de países deudores con el propósito
común de renegociar juntos la deuda, encaja mejor en el
concepto de "cartel. En todo caso, la confusión de
conceptos fue inmediatamente utilizada por los acreedores para
equiparar nuestra propuesta con la de un "club de países
que no querían pagar la deuda; "club" del cual
tendrían que excluirse por voluntad propia todos los
gobiernos responsables que sí estaban dispuestos a honrar
sus compromisos financieros.

Esa era la conclusión que explícitamente
respaldaban los bancos de Nueva York y el presidente del BID,
Antonio Ortiz Mena, al declarar que „no se daría
curso a ningún Club de Deudores; advertencia que
–debemos puntualizar- se había emitido incluso antes
de que los países deudores hubiésemos podido
reunirnos una primera vez. Al inmenso poder de los acreedores
solo podía hacer sombra la claridad de sus objetivos.
Hubiera sido inútil tratar de averiguar a través de
quien se filtró la noticia hasta The Wall Street Journal.
Había conversado con demasiadas personas. En todo caso
debo admitir que actué sin la más mínima y
elemental prudencia, sin ninguna estrategia y subestimando la
capacidad de maniobra de la banca acreedora y de sus poderosos
aliados. La única excusa para explicar mi imprudencia
quizá pueda basarse en el hecho de que, en ese momento,
era imprescindible y urgente enfrentar la maniobra que los
acreedores se encontraban tramando para impedir que los deudores
podamos participar libremente en el mercado de capitales. Los
hechos, como averiguamos después, habían seguido
una cronología lógica y directa: The Wall Street
Journal había publicado la noticia en su temprana
edición del miércoles. Con el periódico en
una mano y el teléfono en la otra –y quizá
antes de haber desayunado- los ejecutivos de los bancos
acreedores habían lanzado una colérica cascada de
advertencias, amenazas y exhortaciones que emergían desde
Nueva York y Washington y fluían hacia las capitales de
América Latina. Las amonestaciones, aunque informales,
tuvieron un efecto inmediato. Entre la tarde del miércoles
y la mañana del jueves, todas las delegaciones que
hubieran podido estar en nuestra frustrada reunión,
habían receptado desde sus correspondientes países
algún tipo de notificación que les prohibía
asistir.

A las tres y cuarto de la tarde de ese jueves, luego de
que el amigo uruguayo tuvo la amabilidad de avisarme que nadie
vendría y mientras recogía las copias que minutos
antes yo mismo había inútilmente distribuido sobre
la mesa, no podía definir si la pesadumbre que
sentía afloraba por la evidencia del fracaso o por el
tufillo a soledad. Sin embargo, al observar la mesa, los
sillones, los vasos, las jarras con agua y los ceniceros que
quedaban inmaculadamente limpios, intuí que mi pesadumbre
se originaba al constatar que, a pesar de tenerla lista y
servida, una oportuna propuesta de unidad latinoamericana
había sido sumisamente desechada.

Corolario.

Transcurrió más de un año antes de
que los gobiernos de América Latina se percataran que el
mercado de capitales había sido confiscado por el bloque
acreedor. Cuando intentaron reaccionar ya era demasiado tarde. El
19 de mayo de 1984 –es decir, transcurridos más de
14 meses desde nuestra abortada reunión- los presidentes
de Argentina, Brasil, Colombia y México, resolvieron
enviar una carta a la cumbre del "Grupo de los Siete? que se
encontraban reunidos en Londres; carta en la cual
proponían establecer un "diálogo constructivo para
buscar acuerdos conjuntos sobre el tema de la deuda
externa".

A pesar de que los mandatarios de los siete
países acreedores más ricos estaban ocupados,
fueron lo suficientemente amables para dedicar algunos minutos
para leer la carta. La respuesta fue emitida por intermedio del
presidente Ronald Reagan, quien aconsejaba a los presidentes
latinoamericanos dirigirse a las oficinas del FMI en Washington,
debido a que esa era la institución que estaba coordinando
los asuntos referentes a la deuda del tercer mundo.

Un mes después, el 21 y 22 de junio de 1984, se
citaron en Cartagena los cancilleres y ministros de finanzas de
Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador,
México, República Dominicana, Perú, Uruguay
y Venezuela, para firmar un documento bautizado como el
„Consenso de Cartagena, en el cual se proponía crear
una oficina de consulta e información estadística
que pudiese ser usada en conjunto por los países deudores.
La oficina –que quizás pretendía ser la
contraparte de la creada por el Grupo Ditchley- jamás
llegó a funcionar. Finalmente, en el mes de septiembre de
1984, los integrantes del „Consenso de Cartagena volvieron
a reunirse, esta vez en la bella ciudad de Mar del Plata. En el
documento oficial de la reunión –el
„Comunicado de Mar del Plata- se formulaba un taciturno
llamamiento a los países acreedores para sostener un
diálogo político en torno a los problemas de la
deuda. Esa fue la última vez que nuestros gobiernos
oficialmente mencionaron, aunque sea de manera indirecta, la
posibilidad de establecer un tratamiento global a la deuda
externa. Después de la reunión de Mar del Plata, la
iniciativa en el tratamiento de la deuda fue retomada por los
acreedores con el Plan Baker formalizado a fines de 1985, con el
Plan Brady anunciado en marzo de 1989 y con la serie de
diferentes esquemas „al margen del mercado y caso por caso
que, desde principios de la década de los 90 y hasta la
actualidad, han sido propuestos y manejados por el bloque
acreedor. Las consecuencias posteriores son bastante conocidas.
La deuda de América Latina que al iniciarse la crisis en
1982 era de alrededor de 300 mil millones de dólares, a
principios del tercer milenio ya supera los 850 mil millones;
entre 1982 y el año 2000 hemos pagado a los acreedores un
total de 960 mil millones: 576 mil millones por intereses y 384
mil millones por amortización. Por lo tanto,
América Latina ha transferido un total de 1510 mil
millones de dólares, contabilizando los 550 mil millones
de incremento de la deuda más los 960 mil millones de
transferencias. En consecuencia -adquiriendo nueva deuda para
cubrir deuda antigua- hemos cubierto 5 veces el valor de la deuda
original, sin que ésta haya disminuido. Por último,
si contabilizamos el total pagado desde 1982 sobre los 300 mil
millones de dólares iniciales, los réditos alcanzan
una tasa de rentabilidad bruta del 28 por ciento; rentabilidad
que triplica el promedio de la renta obtenida en el mercado
internacional de capitales. En definitiva, la deuda de
América

Latina ha constituido un negocio tres veces más
rentable que los otros negocios de la banca acreedora. Esa
rentabilidad, desde luego, ha sido generada porque la
acción conjunta de los acreedores –especialmente a
través del pari passu- ha impedido que el libre juego de
oferta y demanda distribuya el riesgo financiero entre todos los
participantes y reduzca el precio de nuestros pagarés en
el mercado secundario. En el actual horizonte nos atrevemos
nuevamente a pregonar que -en un mundo ya globalizado- lo que
impide que América

Latina pueda dejar atrás el dogal de la deuda es
la existencia del cartel de acreedores formado por el Club de
Paris, el Club de Londres y el Grupo Multilateral; cartel que
impide que el mercado pueda funcionar libremente y sin pari
passu, para que podamos negociar y cancelar en su verdadera
cotización los devaluados pagarés de nuestra
deuda.

CAPITULO 3

En la
resaca

La asamblea del BID en Panamá concluyó el
viernes 25 de marzo de 1983. Los acreedores habían logrado
aglutinarse alrededor de una sola tesis: aquella que
sostenía que los gobiernos de América Latina,
además de pagar la deuda pública, también
debían cubrir o solventar el pago de la deuda del sector
privado. La tesis obtuvo un entusiasta y poderoso apoyo en el
ámbito continental. Sin embargo resultaba difícil
armar un mecanismo que –sin "nacionalizar- posibilite al
Estado absorber las deudas privadas y que pueda ser aplicado de
manera uniforme en los diversos y divididos países de
América Latina. Para obviar ese obstáculo se
decidió que cada gobierno ensamblaría su propio
mecanismo de absorción de deudas, conforme a las
condiciones sociales y políticas propias de cada
país. Así, a partir del mes de abril de 1983, tanto
los funcionarios de los países deudores como los de la
banca acreedora y de las instituciones multilaterales
-especialmente del FMI y del Banco Mundial– emprendieron una
frenética cadena de viajes de ida y vuelta entre las
capitales de América Latina y Washington, ya sea para
recibir instrucciones o ya sea para impartirlas.

Esas correrías pronto dieron sus frutos. Antes de
que el año de 1983 haya finalizado, prácticamente
en todos los países de América Latina se
había logrado ensamblar algún mecanismo a
través del cual el Estado solventaba o garantizaba el pago
de las deudas contraídas en dólares por individuos,
sociedades o por las empresas del sector privado.

Para armar esos mecanismos se requería acoplar
sofisticados laberintos de ingeniería financiera.
Felizmente todos pudieron ser ensamblados con éxito al
combinar trozos de los siguientes modelos: la
"capitalización chilena; la "chucuta venezolana; la
"sucretización ecuatoriana; y, la "desdolarización
argentina.

Comparémoslos.

La "capitalización" chilena.

En Chile la mayor parte de la deuda externa había
sido contratada por el sector privado; y, por otro lado, el
equipo económico del gobierno ( de Pinochet)estaba firme y
genuinamente cohesionado alrededor de la tesis de que tanto las
ganancias como las pérdidas de los negocios privados,
debían pertenecer exclusivamente a quien los conciba y los
ejecute.

No obstante y a pesar del poder interno que tenía
Pinochet -así como del respaldo internacional que
abiertamente le habían otorgado por más de una
década los gobiernos de los Estados Unidos y de otros
países del primer mundo- su reticencia a nacionalizar la
deuda tuvo que sucumbir en el instante mismo en que los bancos
acreedores amenazaron con suspender el financiamiento al comercio
chileno, si es que Pinochet no aceptaba absorber y garantizar el
pago de la deuda privada. El gobierno tuvo que ensamblar un
complejo mecanismo de subsidios, ayuda y rescate financiero, en
cuya confección sobresalió la capacidad creativa de
todos, el mecanismo consistió en fusionar tres grupos de
deudores clasificados con base a las siguientes
características: un primer grupo conformado por aquellos
cuya deuda estaba contabilizada en dólares; un segundo
grupo conformado por aquellos cuya deuda estaba registrada en
pesos chilenos; y, un tercer grupo, conformado por aquellos
bancos domésticos que mantenían deudas pendientes
con los acreedores externos

Una vez establecidas esas tres clases de deudores, se
decretó que el Banco Central financie un fondo destinado a
subsidiar las tres siguientes operaciones: la primera, la venta
de dólares a los individuos del primer grupo, aplicando un
tipo de cambio preferencial y en montos suficientes para cubrir
todas sus deudas externas; la segunda, la concesión de
préstamos en condiciones blandas y a un interés
altamente subsidiado a los miembros del segundo grupo; y, la
tercera, la compra por parte del Banco Central de toda la cartera
que los bancos del tercer grupo voluntariamente quisiesen vender
al Estado. Como es obvio suponer, los bancos privados prefirieron
vender al Banco Central de Chile toda aquella cartera originada
en los préstamos que habían sido otorgados a sus
propios accionistas sin garantía real y, por lo tanto,
altamente irrecuperable. El sentido del humor también se
hizo presente en los informes oficiales del gobierno. En esos
documentos el proceso mediante el cual el gobierno utilizó
los recursos pertenecientes a todos los chilenos para pagar las
deudas de una selecta parte de la población, se
denominó: "Capitalización y Fomento del Sector
Privado.

La "chucuta" venezolana.

En Venezuela, el gobierno también decidió
repartir a precios bajos los dólares del Banco Central, el
precio más bajo se fijó para el primer segmento,
destinado para aquellos que necesitaban dólares para pagar
deudas o para importar bienes y servicios calificados como
esenciales; el segundo segmento estaba destinado a cubrir la
demanda de aquellos que deseaban importar bienes y servicios
calificados como no esenciales; el tercer segmento estaba
limitado a varios rubros que obligatoriamente debía cubrir
el Banco Central; y, el cuarto segmento –denominado el
"segmento del mercado libre- en el cual debían efectuarse,
a precios de mercado, las operaciones no contempladas en los tres
segmentos anteriores. El mecanismo terminó de
perfeccionarse el 15 de septiembre de 1983. Para esa fecha, en el
primer segmento los dólares del banco central se
vendían en 4 Bolívares con 30 centavos, mientras
que en el cuarto segmento los dólares se negociaban a un
precio que oscilaba en alrededor de 10 Bolívares. Varios
empresarios expresaron que el subsidio otorgado por el gobierno
no les había satisfecho, que sus ganancias no
habían sido suficientes, que en otros países se
podían obtener mayores utilidades y que solo habían
recibido una ayuda "chucuta.

La "sucretización" ecuatoriana.

En Ecuador, la ayuda fue entregada directamente a cada
uno de los 410 influyentes deudores. El gobierno bonachonamente
se auto-impuso la obligación de pagar a los bancos
extranjeros la totalidad de la deuda externa de los deudores
privados y, en tímida contraparte, los 410 deudores se
comprometían a entregar al Banco Central una cierta
cantidad de sucres –la moneda oficial del Ecuador- la misma
que eventualmente alcanzó un máximo de 100 sucres
por cada dólar adeudado.

La "desdolarización" argentina.

En Argentina son las empresas privadas las que controlan
los dólares necesarios para pagar la deuda externa. Esa
diferencia impidió al gobierno argentino utilizar alguno
de los artificios de subsidio, venta barata o entrega directa de
dólares que se aplicaron en los otros tres países.
Para esquivar ese obstáculo, se legalizó un
mecanismo llamado "Seguros de Cambio, con el cual el Estado se
comprometía a cubrir con pesos argentinos, cualquier
incremento en el precio del dólar que se produzca entre
1982 y el momento en que las empresas e individuos del sector
privado debían pagar su deuda externa. Pero en Argentina
las consecuencias de la estatización de la deuda privada,
tuvieron un efecto mucho más profundo que en el Ecuador,
Chile o Venezuela, por cuanto la falta de una fuente propia de
divisas, obligó al gobierno a incrementar de manera
permanente la emisión e impresión de pesos
argentinos. Este incremento, a su vez, generó un aumento
también permanente en el déficit fiscal y en la
inflación.

CAPITULO 5:

Un continente sin
brújula

"El subdesarrollo latinoamericano tal vez provenga del
hecho que, de los libros que han moldeado la conducta del ser
humano, ninguno ha logrado penetrar en nuestro
continente."

Estos libros se clasifican de la siguiente
manera:

  • 1er Lugar "Los Vedas": Libros escritos por varias
    generaciones que vivieron hace más de 4.000
    años en la región geográfica que hoy se
    denomina India y en cuyos preceptos se fundan el hinduismo,
    el budismo que actualmente influyen sobre el modo de vida de
    más de la cuarta parte de la población
    mundial.

  • 2do Lugar "las Analectas de Confucio": Libro escrito
    hace 2.500 años por los alumnos del maestro Kong Fuzi
    (su nombre original) cuyos proverbios han sido utilizados
    para justificar los frecuentes cambios inculcados en la
    sociedad china desde los tiempos milenarios del sistema
    esclavista y de su reemplazo con el sistema feudal sostenido
    por los sucesivos emperadores que gobernaron hasta mitad del
    Siglo XX.

  • 3er Lugar "La Biblia": Fue escrita durante un
    período de aproximadamente dos mil años por
    alrededor de 40 personas pertenecientes a diversas clases
    sociales y diferentes generaciones. La Biblia se divide en
    dos partes: el Antiguo Testamento, en cual describe la
    evolución del mundo desde su creación
    mítica hasta la sumisión del Pueblo Elegido
    ante el poder del Imperio Romano; y el Nuevo Testamento, el
    cual empezó a ser escrito en el año 50
    después de Cristo y culminó 70 años
    más tarde con la narración del Apocalipsis, que
    hasta hoy constituye el último texto
    bíblico.

  • 4to Lugar "El Corán": Contiene los edictos de
    índole religiosa, filosófica y jurídica
    instituidos por Alá o Él, los cuales fueron
    recitados por el arcángel Gabriel al profeta Mahoma
    quien, entre los años 612 y 632, los agrupó en
    un solo libro dividido en 114 episodios. El Corán
    tiene que ser recitado mirando hacia la ciudad de La Meca que
    se encuentra en territorio de lo que hoy se conoce como
    Arabia Saudita, ya que está escrito en
    rima.

  • 5to Lugar "La Riqueza de las Naciones": libro
    meditado y escrito entre 1766 y 1775 por el filósofo
    escocés Adam Smith.

  • 6to Lugar "El Capital": Escrito por Carlos Marx, un
    monumental libro escrito en 4 partes, de las cuales solo la
    primera fue editada completamente por su autor antes de su
    muerte en 1883. La segunda y la tercera parte fueron
    publicadas en 1885 y 1894 respectivamente, sobre la base de
    los manuscritos dejados por Marx en manos de una de sus
    hijas. Y Finalmente, la cuarta parte fue aprobada y publicada
    por el „Instituto Marxista de Berlín?,
    después de varias discrepancias sobre el verdadero
    significado de la última porción de los
    manuscritos.

El libro de Smith fue la más eficiente
herramienta revolucionaria de su tiempo, porque sus tesis
sepultaron a las dos principales doctrinas de organización
económica que hasta ese entonces imperaban en el mundo: el
feudalismo respaldado por los fisiócratas y el
colonialismo defendido por los mercantilistas. Adam Smith
demostró que la riqueza de las naciones no dependía
de la explotación del campo y de los campesinos, ni
tampoco del apropiamiento de los metales preciosos
extraídos de tierras extrañas sino de la
organización social y productiva del ser
humano.

Sin embargo, entre los seis libros mencionados, es el de
Marx él que logro captar el mayor número de
adeptos, pero solo de manera temporal. Ya que más de la
tercera parte de la población mundial vivía bajo
regímenes marxistas. Hay quienes aseguran que, aunque el
nivel de vida de la mayoría de los pueblos siga en
deterioro, el marxismo permanecerá sepultado para siempre.
Es por ello que en el escenario económico y desde nuestra
perspectiva, el libro más relevante entre esos seis es La
Riqueza de las Naciones.

Adam Smith comenzó a escribir La riqueza de las
Naciones una vez de haber regresado al pueblo de Kirkcaldy en
Escocia (pueblo donde nació), luego de haber permanecido
ausente por casi tres años debido a un viaje realizado a
Paris, Toulouse y Ginebra, escoltando al joven Duque de Buccleugh
en calidad de tutor particular. Smith aprovechó esa
oportunidad para conocer e intercambiar ideas con varios de los
más connotados filósofos y escritores, la
mayoría de los cuales se encontraban inmersos en el
convulsionado proceso político e intelectual que se
vivía en los tiempos previos a la revolución
francesa.

Fue necesario que transcurra la mitad del Siglo XX, para
que la obra de Adam Smith finalmente alcance suelo
latinoamericano. Recién en 1958, en la ciudad de
México se publica una edición de La riqueza de las
Naciones, el libro que había logrado conferir al
pensamiento económico su categoría de ciencia. Pero
para 1958, el pensamiento económico latinoamericano ya se
había tornado inmune a cualquier semilla doctrinaria.
Todos los espacios de reflexión económica se
encontraban inundados con la controversia que intentaba calcular
la raíz y la razón de la dependencia de nuestros
países, así como su mayor o menor situación
periférica.

Cuando en 1958 por fin atracó en nuestro
continente el libro de Adam Smith, su arribo pasó
inadvertido entre el ruido y la gran efervescencia que entonces
generaba el recientemente ensamblado „modelo cepalino?,
nombre que adoptó en honor a la entidad que lo
había inventado.

El modelo cepalino fue exhibido a lo largo de
América Latina bajo la premisa de que se había
descubierto el sendero para salir del subdesarrollo. Su objetivo
era el de sustituir o suprimir algunos de los productos
industrializados importados desde el Centro. Pero sustituir o
suprimir las importaciones de un producto, solo es posible si es
que se lo puede industrializar domésticamente.

Así, antes de ensamblar el Modelo se
debían resolver tres aspectos: el primero, precisar que
productos podían sustituirse; el segundo, construir un
escenario que permita industrializar esos productos; y, el
tercero, asignar a cada país las industrias que le
correspondía instalar.

La defunción del Modelo Cepalino colocó a
los funcionarios de la CEPAL ante una drástica disyuntiva:
cambiar o morir. Ante ese dilema y resueltos a que su
institución sobreviva, eligieron la alternativa de
supervivencia más sabia: cambiar para no morir. Tras el
sepelio del tradicional Modelo Cepalino, es obvio, también
tenía que ser enterrado su principal mano ejecutora: la
respetable ALALC. Este hecho y el nacimiento del Mercosur,
abrieron camino a una nutrida cadena de acuerdos y alianzas
comerciales bilaterales, trilaterales y multilaterales, a lo
largo y a lo ancho de las tres Américas.

A comienzos del Siglo XXI Latinoamérica afronta
una visible paradoja. Por un lado, el ruido y oleaje provocados
desde 1956 por el fracasado afán de crear una zona de
libre comercio, han impedido que Adam Smith pueda atracar en
nuestras costas e impulsar nuestro desarrollo. Pero, por otro
lado, la ausencia de Smith ha restringido las oportunidades de
Latinoamérica para alcanzar ese nivel básico de
riqueza y de consumo necesarios para competir en un mundo
irreversiblemente globalizado.

CAPITULO 6:

Subdesarrollo de los
trópicos

El objetivo principal de las entidades regionales y
nacionales de nuestro continente es apoyar el desarrollo de
América Latina. Sin embargo ninguna de ellas tiene claro
el significado de la palabra desarrollo.

En 1966, la UNCTAD, la cual fue creada dos años
antes como brazo ejecutor de las políticas de desarrollo
de la ONU, encargó a dos renombradas cofradías (la
American Economic Association y la Royal Economic Society) de
profesionales en ciencias económicas, para que realicen un
estudio encaminado a investigar las fuentes que generan el
desarrollo de los países.

Confiados en el prestigio y experiencia de esas
instituciones, así como en el visible hecho de que entre
los 188 países miembros que tiene la UNCTAD, más de
las cuatro quintas partes pertenecen al mundo "no desarrollado",
se creyó que en el estudio por fin se lograría
definir qué significado tiene el desarrollo para los
países subdesarrollados. En consecuencia, el buscar una
salida al subdesarrollo de América Latina es una tarea
obligatoria solo para los latinoamericanos.

Sin embargo, en la búsqueda sí se han
cosechado frutos. En los tres principales rincones de la
izquierda, del medio y de la derecha, se ha descubierto por lo
menos una teoría:

  • 1. La Teoría de la Dependencia en la
    izquierda: se asienta en el combativo y combatido dogma que
    asegura que el desarrollo del primer mundo nace, crece y vive
    gracias al subdesarrollo del tercer mundo.

A los países situados en Europa Occidental y
Norteamérica, además de Japón, Nueva Zelanda
y Australia, se los denominaron bajo el nombre genérico de
Primer Mundo; a los países de Europa Oriental y a sus
aliados, se los ubicó en el Segundo Mundo; y, por
exclusión, se designó como Tercer Mundo al
conformado por los demás países.

Desde luego, a raíz de la desaparición del
Segundo Mundo debido al colapso del bloque comunista, vuelve a
tener vigencia la intención original de Alfredo Sauvy.
Así, el Tercer Mundo vuelve a representar a los
países que permanecen marginados de los designios y
negociaciones internacionales.

El Modelo Cepalino sugería reducir la dependencia
de América Latina creciendo hacia adentro. Es decir,
produciendo para el consumo interno. Pero los oponentes de la
CEPAL más bien sugerían seguir la dirección
inversa: que América Latina crezca hacia afuera. Es decir,
que produzca para exportar.

  • 2. La Teoría de la Evolución en
    la mitad: Esta teoría intenta equiparar el desarrollo
    económico de las naciones con el desarrollo y
    evolución de las especies. Bajo esa óptica, los
    países subdesarrollados necesariamente tendrán
    que recorrer el mismo proceso de evolución
    histórica que ya han recorrido los países
    desarrollados.

Por ende, quienes conducen las políticas
económicas deben actuar exclusivamente en dos
circunstancias: la primera circunstancia se produce cuando, por
alguna anomalía externa o interna, el país se ha
desviado del sendero natural que lo conduce a su
evolución; y, en segundo lugar, sí el país
se encuentra atrasado en relación a la distancia ya
recorrida por otros países que, desde un punto
histórico y geopolítico son sus
contemporáneos.

La Teoría de la Evolución cuenta con el
respaldo implícito de las organizaciones regionales que
oficialmente están obligadas a impulsar el desarrollo de
Latinoamérica, incluyendo el Banco Interamericano de
Desarrollo, el Instituto de Investigaciones del Desarrollo de
Latinoamérica, el Consejo Interamericano de Desarrollo
Integral, la Agencia de Cooperación y Desarrollo, la
Conferencia Permanente sobre el Desarrollo, el Centro de
Administración del Desarrollo, el Centro de Competitividad
y Desarrollo, etc. En el nombre de todas esos entes se encuentra
escrita la palabra desarrollo, pero ninguno intenta
definirla.

Así, la Teoría de la Evolución
esboza una pincelada optimista en el horizonte del mundo
subdesarrollado: todos nuestros países, tarde o temprano,
alcanzarán el nivel de desarrollo que actualmente ya han
alcanzado los países del Primer Mundo.

  • 3. La Teoría de los Trópicos en
    la derecha: se fundamenta en la sorprendente
    afirmación de que los países latinoamericanos
    son subdesarrollados debido a que se encuentran ubicados en
    las zonas tropicales.

Un nuevo diagnóstico, desde luego,
requería respaldarse en nuevas hipótesis, para lo
cual oportunamente se seleccionaron las tres
siguientes:

  • Hipótesis 1: Las condiciones tropicales
    reducen la eficiencia de los trabajadores y sus
    salarios.

  • Hipótesis 2: En el trópico los
    recursos naturales constituyen tragaderos de
    capital.

  • Hipótesis 3: En los trópicos la
    volatilidad económica lidera el bajo crecimiento y la
    disparidad de ingresos.

Otra variante de la Teoría de los
Trópicos, afirma que el subdesarrollo no se origina en el
clima, ni en la geografía, sino en la cultura de la gente
que vive en los trópicos. Esta variante es apoyada por
varios profesores de la Universidad de Harvard, siendo Lawrence
Harrison el portavoz más visible.

CAPITULO 7:

El libro del
desarrollo

El avance económico que pueden tener las
naciones, según el autor del libro "las riquezas de las
naciones" Adam Smith, no se basa en su localización
geográfica, ni en los procesos evolutivos, ni tampoco en
las características tropicales, sino en el esfuerzo que
realicen todos y cada uno de sus habitantes. El pensamiento de
Adam Smith para el desarrollo de las naciones se basa en la
siguiente frase:

"El trabajo anual de cada nación es el fondo que
la surte originalmente de todas aquellas cosas necesarias y
útiles para la vida que se consumen anualmente en ella, y
que consisten siempre o en el producto inmediato de aquel
trabajo, o en lo que con aquel producto se adquiere de las
demás naciones. Según, pues, aquella
proporción que este producto, o lo que con él se
adquiere, guarde con el número de los que han de
consumirlo, así la nación estará más
o menos abastecida de las cosas necesarias y útiles que
más conduzcan para su uso o su necesidad."

Lo que no dijo:

Existen tres grandes mitos que suelen ser falsamente
atribuidos a Smith, los cuales son los siguientes:

  • 1. "Dejar hacer, dejar pasar".

Jean Claude Marie Vincent de Gournay nació en una
sociedad de familia rica en Paris y llegó a ser uno de los
comerciantes más adinerados en la etapa previa a la
revolución francesa. En 1751 fue nombrado Intendente de
Comercio por el penúltimo rey de Francia, Luis XV, cargo
con el que intentó derogar todas las normas que en ese
entonces limitaban las actividades comerciales. Ante la
reticencia de la monarquía a "dejar pasar" por la aduana
francesa libremente y sin impuestos los bienes comprados en otros
países, Gournay buscó apoyo en la naciente clase
industrial cuyas actividades también estaban subordinadas
al criterio monárquico sobre las industrias que se
podían "dejar hacer? dentro de territorio francés.
Así, la consigna se amplió al "dejar hacer, dejar
pasar" que perdura hasta nuestros días.

En Latinoamérica esta consigna ha sido atribuida
a Smith, tanto por algunos de los que se consideran sus
partidarios como por los que se consideran sus adversarios. Ambos
grupos aseguran que la frase "dejar hacer, dejar pasar" demuestra
que él era radicalmente contrario a cualquier
regulación por parte del Estado. Pero en ese punto termina
la coincidencia entre esos dos grupos que allí toman
distintos caminos para arribar a dos conclusiones frontalmente
opuestas: mientras sus partidarios afirman que el "dejar hacer"
de Smith conduce a una sociedad autorregulada; sus adversarios
concluyen que el "dejar pasar" de Smith genera un Estado
caótico y un terrorismo económico.

  • 2. "La Mano Invisible".

En la primera sección del Capítulo II del
Libro IV de su obra, refiriéndose a la acción
individual de las personas, Adam Smith escribe la siguiente
frase:

"Ninguno por lo general se propone originariamente
promover el interés público…. Cuando prefiere la
industria doméstica a la extranjera, sólo medita su
propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su
producto sea el mayor valor posible, sólo piensa en su
ganancia propia; pero en este y en muchos otros casos es
conducido, como por una mano invisible, a promover un fin que
nunca tuvo parte en su intención."

Seguro la "mano invisible" quizás es la
metáfora más usada en la argumentación
económica, tal vez superada solo por aquella otra famosa
metáfora del "libre juego? entre oferta y demanda. La
"mano invisible" puede lograr transformar parte de las ganancias
del comerciante y del productor en ganancias para el resto de la
población.

Pero el mito levantado alrededor de esa metáfora
consiste en convertir esa posibilidad en la creencia de que la
"mano invisible? siempre conducirá al bien común;
creencia que es negada una y otra vez por el propio Adam Smith,
por ejemplo cuando explícitamente intercede por la
necesidad de legislar:

"Dos objetos son los que presenta la economía
política, considerada como uno de los ramos de la ciencia
de un legislador y que debe cultivar un estadista: el primero…
habilitar a sus individuos y ponerles en estado de poder surtirse
por sí mismos de todo lo necesario; y el segundo, proveer
al Estado o República de rentas suficientes para los
servicios públicos y las expensas o gastos comunes,
dirigiéndose en ambos objetos a enriquecer al Soberano y
al pueblo como tales."

  • 3. La Defensa Del Capitalismo. El otro gran
    mito alimentado por algunos de sus "partidarios" y por varios
    de sus adversarios, gira alrededor de la cruzada que
    supuestamente emprendió Smith en defensa del
    capitalismo. Adam Smith murió en 1790 a la edad de 67
    años. Medio siglo después, en 1840, Carlos Marx
    declaraba que "el capitalismo vino al mundo chorreando lodo y
    sangre por todos sus poros", frase que contiene lo que
    quizá constituye la primera referencia
    histórica en contra del "capitalismo". Por otra parte
    el Diccionario de la Lengua Española define el
    Capitalismo como "el régimen económico fundado
    en el predominio del capital como elemento de
    producción y creador de riqueza". El capitalismo en el
    pensamiento de Smith, es el sistema económico que gira
    alrededor de varios factores, entre los que se incluye al
    capital como un factor más, que deben compartir los
    ingresos y las ganancias, las cuales pasan a convertirse en
    las rentas, los fondos, los sueldos y los salarios del resto
    de los factores. Así lo expresa en el siguiente
    párrafo:

"Un jardinero, que cultiva su propio huerto con sus
mismas manos, reúne en su persona los tres distintos
caracteres de propietario, colono y jornalero, y sus productos le
pagan la renta del primero, las ganancias del segundo y los
salarios del tercero.?

Lo que dijo:

El autor del libro "la riqueza de las naciones" Adam
Smith era un reconocido pacifista que, desde luego, no
luchó personalmente en la revolución francesa y
probablemente jamás disparó un arma. Pero desde sus
escritos si peleó por los ideales de libertad, igualdad y
fraternidad que inspiraron la toma de la Bastilla y del Palacio
de Versalles.

El último párrafo de su libro concluye
afirmando lo siguiente:

"Más de un siglo hace que están los que
gobiernan el Imperio Británico deslumbrando al
público con la vana idea de que poseen unos dominios
vastos en la parte occidental del Atlántico. Pero este
Imperio… habrá de costar siempre un inmenso dispendio
sin esperanza de provecho alguno. Si el proyecto no puede llegar
a logro debe enteramente abandonarse; si cualquiera de las
provincias del Imperio Británico rehúsa a
contribuir a la conservación del Imperio,
excúselas… procurando el Gobierno acomodar sus futuras
miras y designios a la mediocridad real y verdadera de sus
circunstancias nacionales.?

Sus argumentos se centran exclusivamente en un objetivo:
el beneficio económico de los habitantes de su propio
país, Inglaterra.

CAPITULO 8

En un mundo
globalizado

Los problemas que Adam Smith enfoca en "La riqueza
de las
naciones" se relacionan, desde luego, con las
circunstancias prevalecientes en la época en que
vivió, en vista de que con su obra transforma al
pensamiento económico en una ciencia social, su doctrina
abarca un horizonte universal que transciende tiempo y
espacio

Adam Smith afirma que las políticas del
desarrollo económico en cualquier país deben tratar
de alcanzar tres objetivos: una tasa de crecimiento del producto
superior al crecimiento de la población; un adecuado
índice de rentabilidad y estabilidad financiera; y, un
reparto eficiente y equitativo del ingreso entre los diversos
sectores de la población.

Transitando al Siglo XXI:

Con el fin de la segunda guerra mundial empezó el
fin de la era colonial. En el transcurso de apenas cinco
años, casi todas las colonias lograron liberarse del
control político de sus imperios.

Los recursos que el Estado podía ofrecer para
incentivar la inversión e instalación de esas
nuevas fábricas, provenían de dos fuentes: por un
lado, el gobierno podía exonerar impuestos;  y, por
otro lado, podía conceder abundantes y subsidiadas
líneas de crédito. Desde luego, las dos fuentes
generaban un visible déficit fiscal que los gobiernos
tenían la obligación de financiar. No
existían los abundantes petrodólares depositados en
las bodegas de la banca internacional, el financiamiento no
podía surgir de la deuda externa sino que tenía que
buscarse en el ahorro interno.

El profesor Phillips:

Entre sus alumnos de la Escuela de Economía de Londres,
el profesor Phillips tenía la reputación de ser un
investigador serio y riguroso; criterio que era compartido por la
mayoría de sus colegas. Por eso, cuando en 1958
publicó un trabajo estadístico en el cual
demostraba que, durante casi un siglo, el nivel de desempleo en
Inglaterra se había movido en dirección inversa al
nivel de los precios, inmediatamente quedó sembrada la
idea de que desempleo e inflación son como los dos platos
de una misma balanza y que, en consecuencia, si el uno baja el
otro tiene que subir.

En América del Norte:

La exitosa campaña del candidato Richard Nixon
por captar la presidencia de los Estados Unidos en 1968, se
había basado en la clásica promesa de lograr una
aceptable tasa de crecimiento controlando al mismo tiempo la tasa
de inflación. Sin embargo, una vez electo,
descubrió que un muy antiguo déficit comercial
conspiraba contra su promesa.

Ese déficit se había generado por el hecho
de que algunos países de Europa y Asia en especial
Alemania, Italia y Japón que, prohibidos de producir
armamentos, se concentraron en la manufactura civil,
habían ensamblado industrias más eficientes y con
menores costos que las norteamericanas. Un déficit
comercial puede ser fácilmente curado devaluando la
moneda. Pero Estados Unidos estaba moralmente prohibido de
devaluar desde fines de la II Guerra Mundial, cuando los
países victoriosos declararon que el dólar era
"la divisa internacional".

Si es que un país no puede o no quiere devaluar para
curar el déficit comercial, la alternativa es reducir la
capacidad de gasto de la población, para lo cual se pueden
elevar los impuestos, las tarifas y los intereses. Así,
los mayores precios reducirán en la gente su capacidad de
consumo y, por tanto, el déficit. Pero esta alternativa
chocaba frontalmente con la publicitada promesa electoral de
Nixon de crecer sin inflación.

En América del Sur:

Hasta fines de los 60
entre estructuralistas y monetaristassobre
el origen de la inflación. Adicionalmente, ya en la
década de los 70,
la Curva ofreció un  buen
argumento para justificar el vertical incremento en la tasa de
inflación que comenzó a trepar en paralelo y al
mismo ritmo que el endeudamiento externo.

A lo largo del Siglo XX y hasta antes de la Batalla del
YomKipur, las tasas de inflación en América Latina
rara vez habían llegado a superar el primer dígito.
Es decir, habían permanecido por debajo del 10 por ciento.
Pero en 1974 la tasa de inflación promedio superó
el 40 por ciento anual y, a partir de esa cifra, fue creciendo
hasta 1990, año en que la inflación superó
el mil por ciento.

 la inflación y el desempleo dejaban de ser dos
indeseables imperfecciones del mercado para, a través del
mecanismo de laCurva, transmutarse en dos fenómenos
mutuamente excluyentes pero ambos necesarios.No obstante,
la Curva no pudo sobrevivir hasta el Siglo
XXI. La crisis de la deuda y la urgente necesidad de pagar
intereses, puso al descubierto que en los países de
América Latina, el desempleo y la inflación no son
dos engendros que combaten entre sí, sino que con el
crecimiento del uno se alimenta al otro. 

CAPITULO 9

Desempleo y
crecimiento

Cuando Carlos IV ordena traducir al castellano La
riqueza de las naciones, se encarga de la traducción al
licenciado Josef Alonso Ortiz, quien escribe un prólogo en
el cual resume el mensaje central de Adam Smith que afirma que la
riqueza de un país se alimenta desde tres fuentes: la
primera fuente consiste en la suma del producto rudo del campo,
más la producción manufacturada, más las
utilidades del comercio y de las negociaciones del hombre; la
segunda fuente se obtiene de las rentas y ganancias de los fondos
con relación a la estabilidad del signo monetario o a su
decadencia; y, la tercera fuente, de la distribución de
los fondos entre los gastos del Soberano, la obra pública
y el trabajo del hombre. La misma síntesis podría
expresarse en hoy en día, diciendo que el desarrollo surge
por la unión de tres condiciones económicas: el
crecimiento, la estabilidad y la equidad.

Crecimiento:

Se define el crecimiento de un país como un valor
aritmético que se calcula al dividir la producción
total de un año el famoso PIB (PRODUCTO INTERNO BRUTO),
para el PIB del año anterior, donde la fracción que
exceda a uno representa la tasa de crecimiento. Entre los
años 1956-1960 gracias al presidente de Brasil para ese
entoncesJuscelinoKubitschek, se aplicó una teoría
económica llamada el desarrollismo que tuvo mucho
éxito en Latinoamérica durante esos años,
esta teoría se tomaba como ejemplo un pastel, donde se
decía "primero se debe lograr que el pastel crezca,
para después repartirlo". Siendo el pastel la
economía y tomando como factor de crecimiento en PIB, pero
esto también traía como consecuencia saber hasta
que punto tenía que llegar la economía para poder
repartirla. El desarrollismo simplemente asumía que si los
países de América Latina lograban crecer a una tasa
superior a la del primer mundo, eventualmente alcanzarían
un nivel y calidad de vida

Comparando las cifras a las que llegaron los
países de américa latina se visualizaron cinco
hechos. En primer lugar, la tasa de crecimiento no tiene una
relación directa con el tamaño de la
economía.

En segundo lugar, las tasas altas no corresponden
exclusivamente a los países ricos, aunque parezca
lógico que los países ricos tuvieron una tasa
más grande que los países más
pobre.

En tercer lugar, si se observan las tasas de crecimiento
de un mismo país a lo largo de un mismo periodo, se debe
concluir que el PIB logra mantener la misma dirección solo
por un par de años.

En cuarto, lugar la composición de las
exportaciones básicas de América Latina materia
prima o minerales, determina que el crecimiento del PIB dependa
más bien de las fuerzas de la naturaleza y de
acontecimientos externos, que de la prudencia de las
políticas internas.

En quinto lugar, después de las copiosas remesas
de dólares que Latinoamérica ha transferido al
primer mundo desde 1983, la actual diferencia entre los ingresos
de los acreedores y de los deudores es tan amplia, que las
fluctuaciones en el PIB ya no tienen relevancia.

Esas cinco realidades matemáticas invalidan la
utilización de la tasa de variación del PIB como
sinónimo del crecimiento de un país. En
consecuencia surge una pregunta: ¿Que variable puede
sustituir al PIB como termómetro del crecimiento
económico de América Latina?. Y la respuesta es: el
nivel de empleo. En Latinoamérica los países que
han tenido un progreso económico, no son aquellos que
alcanzaron una mayor tasa del PIB, si no los que han logrado una
menos tasa de desempleo.

Argentina:

Argentina fue el primer país en cumplir a
cabalidad todas las recetas de política económica
recomendadas por los organismos internacionales, cuya matriz o
representación se encuentra en Washington. Ofrece el
ejemplo más claro y contundente de la discordancia que
puede existir entre el crecimiento del PIB y el
desempleo.

En ese año y debido a una publicación del
economista John Williamson ex funcionario del Banco Mundial y
asesor de otras instituciones afincadas en la capital de Estados
Unidos el conjunto de recetas llegó a ser recogido dentro
un solo paquete que fue bautizado con el nombre de "Consenso de
Washington". El "Consenso", de acuerdo al propio Williamson, se
resume en las siguientes 10 propuestas: disciplina fiscal;
redistribución del gasto público; reforma
impositiva; liberación de intereses; tasas de cambio
competitivas; liberación del comercio externo e interno;
liberación de los flujos de fondos; privatizaciones;
desregulaciones; y derechos de propiedad garantizados.

Las 10 propuestas desencadenó casi de
inmediato varias y agradables secuelas: la inflación
empezó a bajar y el consumo a subir; las tasas de
interés se reducían mientras las inversiones se
expandían; la demanda se ampliaba y las importaciones
también; el gobierno gastaba más pero
también recibía más.

A lo largo de la década de los noventa, la
mayoría de los seminarios y conferencias económicas
que deseaban alcanzar alguna trascendencia, tenían que
contratar como orador central a algún economista o
consultor argentino, quienes ya podían rivalizar con los
consultores de Washington en la experiencia y el conocimiento
necesarios para explicar la correcta aplicación de las
recetas del "Consenso de Washington".

La sensación de desarrollo y bienestar
duró prácticamente hasta finalizar la
década. Las acuciosas y múltiples privatizaciones,
la generosidad de la pampa argentina, el fiel acatamiento del
gobierno a las recetas del Consenso y los abundantes
préstamos externos, habían engendrado un
sólido balance en los índices productivos y
financieros, logrando una tasa de inflación igual a cero y
una de las más altas tasas de crecimiento del
PIB.

Por otra parte les angustiaba el recuerdo de una banca
privada incapaz de sobrevivir sin los préstamos y sin la
guía del Banco Central. Sin embargo, esta angustia
desaparecía ante la certeza de que los acreedores
acudirían con más préstamos si la Argentina
así lo solicitaba.

Y efectivamente así ocurrió, argentina
solicito nuevos préstamos al gobierno, y aumentando su
deuda externa que para 1991 era de 52 mil millones de
dólares, se triplicó en apenas una década.
Así, para el 2001, ya alcanzaba los 146 mil millones de
dólares.

Desempleo:

Pero en ese vigoroso escenario un índice no
encajaba: el nivel de desempleo. A principios de la
década, en 1991, la tasa de desempleo en la Argentina era
del 6.5 por ciento, una de las tasas más bajas de
América Latina. Y también más baja que la
registrada en los principales países del primer
mundo

Lamentablemente y en el transcurso de los años
90, la capacidad de la economía argentina para crear
fuentes de trabajo se había hundido de manera vertical y
constante. Para el 2001 la tasa de desempleo ya superaba el 25
por ciento. Ningún país del primero, segundo o
tercer mundo, podría mantener desempleados a la cuarta
parte de sus trabajadores sin entrar en una profunda crisis
económica. Y así lo comprobó Argentina en el
último mes del año 2001.

Emigrantes:

La principal diferencia entre el actual movimiento
migratorio de América Latina y aquellos que se han
originado en otros continentes, es que esta es la primera vez en
la historia que la emigración no significa un
éxodo, Pero el típico emigrante latinoamericano
cuando emprende el viaje lo hace solo por huir del desempleo y
consigo lleva el firme deseo de retornar, porque sabe y siente
que todos los suyos quedan atrás.Esta
característica determina que una importante porción
de su recién conquistado salario, sea devuelta
mensualmente a su país y a su familia.

En todo caso, incluyendo o no a los emigrantes
argentinos, las anteriores cifras ponen al desnudo la existencia
de un retorcido sendero: el mayor desempleo genera una mayor
migración; la mayor migración genera mayores
remesas; las mayores remesas agradan al PIB. Así, en
el escenario latinoamericano la contabilidad del PIB se
incrementa gracias al desempleo; paradoja que una vez más
invalida el uso de la tasa de variación del PIB como
sinónimo de crecimiento económico.

Predicción:

Las experiencias latinoamericanas y la crisis argentina
causada en el siglo XXI causado por un desempleo del 25% de sus
habitantes, son crisis que aunque de manera indirecta fueron
advertidas hace muchos años por Adam Smith con las
siguientes palabras:

"Sea cual fuere el suelo, el clima o la extensión
de territorio de cualquiera nación, la abundancia o la
escasez de su surtido o abastecimiento anual, no puede menos de
depender… de dos circunstancias: la primera por la pericia,
destreza y juicio con que se aplique su trabajo; y la segunda por
la proporción que se guarde en el número de los que
se emplean…".

Según Smith, el crecimiento económico de
un país no depende de sus circunstancias
históricas, geográficas o climáticas, sino
del número de la gente que trabaja y de su pericia,
experiencia y educación.

 El crecimiento de un país no depende del
valor contable que alcance el PIB, sino del número de sus
trabajadores que se encuentren trabajando. Y no es
necesario "primero lograr que el pastel crezca, para
después repartirlo", porque todos y cada uno de los
latinoamericanos pueden producir su propio pastel. El desarrollo
económico de un país es muy fácil de contar,
basta con contar el número de habitantes que poseen
empleo.

CAPITULO 10

Entre el Fisco y la
moneda

No tenemos por qué dudarlo se ha tratado de usar
la política fiscal para ganar un poco más y la
política monetaria para comer un poco menos. Pero la
costumbre de mezclar esas dos políticas no se origina en
América Latina, sino que constituye parte de una larga
tradición que se inicia hace siglo.

Las crisis económicas son inevitables porque
responden a la naturaleza misma del ser humano, que gasta en
exceso en épocas de bonanza y ahorra demasiado en
épocas de infortunio. Así, periódicamente el
miedo reemplaza a la euforia y juntos forman los llamados "Ciclos
Económicos".

La teoría de los Ciclos se mantuvo en las sombras
por varias décadas hasta que, ya en el Siglo XX y debido a
la gran crisis de los años 30, comenzó a ser
revisada por varios economistas que acogieron la
conclusión de que los Ciclos son inevitables. Sin embargo,
la mayoría creía que era factible evitar que los
Ciclos se transformen en Crisis, siempre y cuando se lograse
obtener un equilibrio dinámico entre lo fiscal y lo
monetario.

La política fiscal:

La política fiscal, en su versión
más primitiva, se reduce a tratar de igualar gastos e
ingresos dentro de un mismo periodo. Pero  su versión
moderna se ubica en el otro extremo: intenta unir presente con
futuro al financiar los gastos de hoy con los ingresos de
mañana. 

Entre esos dos extremos, Latinoamérica ha
practicado varias versiones intermedias que pueden agruparse en
cuatro etapas: la primera etapa, que cubre hasta la Segunda
Guerra Mundial, se caracterizó por gastar solo el dinero
ya ahorrado; en la segunda etapa, que va desde los años 50
hasta mediados de la década de los 70, se trató de
invertir hoy con la ilusión de ahorrar mañana; en
la tercera etapa, que se inicia con la ya mencionada "Batalla
del
YomKipur" y que llega hasta 1982, se consumió hoy
para  pagar mañana; y en la última etapa que
avanza hasta nuestros días, se debe pagar hoy y
mañana lo que nunca se invirtió ayer.

Este descontrol se agudiza al final de cada
período fiscal, cuando los recursos para pagar la deuda
tienen que dividirse en dos montones: el primero, para pagar la
deuda interna; y, el segundo, para pagar la deuda
externa.

Desde 1983, el objetivo de la mayoría de las
políticas de ajuste fiscal y monetario impuestas en
América Latina, ha sido el de alcanzar un superávit
comercial. Lo cual efectivamente se ha logrado cumplir en casi
todos los años. Pero a pesar del constante esfuerzo de
nuestra gente por consumir menos y de las inalterables
instrucciones de los organismos internacionales, las cifras de
los superávit han sido patéticamente
minúsculas.

El 2001 fue un año positivo para la balanza
comercial de Latinoamérica: se exportaron 312.6 mil
millones de dólares y se importaron 301.9 mil millones. El
superávit resultante, 10.7 mil millones, fue el segundo
más grande de la última década. Sin embargo,
apenas alcanzó para cubrir un poco más de la
décima parte de los 97 mil millones requeridos para pagar
las cuotas y los intereses de la deuda externa por ese
año. El restante 90 por ciento fue pagado contratando
nueva deuda.

Y esa ha sido la historia de Latinoamérica en las
dos últimas décadas: la política fiscal se
ha visto limitada a contratar nueva deuda para pagar la
vieja.

La historia:

El origen del dinero se pierde en las penumbras de la
historia. Se supone que el hombre lo inventó cuando
dejó de ser nómada y necesitó realizar los
primeros canjes entre tribus sedentarias.

La arqueología señala que al principio se
usó como dinero una gran variedad de artículos,
incluyendo piedras, conchas, sal, cuero, ganado, maderas,
ornamentos, flechas, miel, azúcar, tabaco, curtidos,
ajonjolí, seda, papiro, aceite, perlas, cauris y metales,
entre otros.

En el Siglo XV antes de Cristo, como la época en
que por primera vez se acuñó monedas. Este dato se
basa en el descubrimiento de varios pequeños discos de
metal diseminados entre las ruinas de la Isla de Creta, que fue
cuna de la civilización fundada por el Rey
Minos.

Según Adam Smith, la primera moneda
acuñada en Roma se
denominó Pondus y fue fabricada por
orden de ServioTullio, el penúltimo rey que gobernó
Roma, antes de que la monarquía se convirtiera en
república y abriera el camino para el nacimiento del
Imperio Romano.

Subdesarrollo Precolombino:

Las monedas de oro serían sustituidas por las de
plata, a raíz del descubrimiento y explotación de
las minas de México y de Potosí, realizado en los
primeros años de la conquista española.

En la época en que Cristóbal Colon
descubre América, esta  se encontraba dividida en dos
imperios: el Imperio Azteca, que tenía alrededor de 10
millones de súbditos, y el Imperio Inca, que con alrededor
de 20 millones de habitantes. Ambos imperios se encontraban en
una avanzada etapa de organización comunitaria que, en
varios aspectos, superaba las estructuras sociales existentes en
la Europa de aquella época.

El desarrollo urbanístico se complementaba con
una rica actividad comercial en las plazas de la ciudad, que
incluía el intercambio de piedras preciosas de jade,
obsidiana y ámbar. También se transaban varios
tipos de pieles, tejidos, vainilla, añil y lienzos de
algodón. Así mismo, podían intercambiarse
aretes, pulseras y collares hechos de piedra y conchas; una gran
variedad de ornamentos hechos en oro y plata.

No obstante, quizás la principal ventaja de los
españoles se originó en el hecho de que los aztecas
aún no habían inventado el dinero.

Los Incas:

El Imperio Inca se habría originado a orillas del
Lago Titicaca, donde un grupo de familias fueron organizadas por
Manco Capac y su esposa Mama Ocllo a fin de lanzarse a la
conquista de los cuatro confines del mundo. Pero la conquista
eventualmente solo irradió hacia occidente, por cuanto el
oriente se encontraba franqueado por la selva amazónica y
por el desierto del Chaco.

El sistema económico se basaba en la
planificación colectiva y dependía
básicamente de la explotación agrícola,
pecuaria y minera que, a su vez, reposaban en la magnífica
infraestructura del imperio, así como en la existencia de
nichos de producción artesanal en el campo textil y en la
orfebrería.

Las obras públicas, a cuya supervisión los
incas dedicaban casi todo su tiempo, se construían usando
el sistema de la mita, que era una especie de
sorteo en el que se escogía los miembros de
cada ayllu que, forzosamente, debían
trabajar en las minas, en el empedramiento de caminos y calles,
en la excavación y limpieza de canales, en la
edificación de palacios y templos, en el transporte de
bienes y cosechas, en el levantamiento de silos e, incluso, en la
construcción de viviendas para la burocracia militar y
para los miembros de la teocracia.

El sistema tributario consistía en dividir la
producción de cada ayllu en tres
partes: una parte se entregaba al Inca; otra se destinaba a la
elite teocrática y militar encargada de controlar la
producción en beneficio propio y del Inca; y, la restante
tercera parte, se distribuía entre la gente
del ayllu respectivo.

CAPITULO 11

La
dolarización y el peso latino

El capítulo XXI de éste libro se
fundamenta en las diferencias y similitudes de diversos factores
con dos términos que pueden parecer semejantes pero que
entre ellos hay diversidad de diferencias; El Dinero y La
Moneda.

Cuando hablamos de dinero, nos referimos "todo medio
de intercambio común y generalmente aceptado por
una sociedad que es usado para el pago
de bienes (mercancías), servicios, y de
cualquier tipo de obligación (deudas
)" es
de uso diario y común.

"Tener dinero", "estar con dinero" y "hacer buen
dinero";
son expresiones que indican poseer bienes o
riquezas, dar origen a una adquirida fortuna o recibir
algún buen sueldo o salario.

Por otra parte, el concepto de moneda es utilizado muy
poco, sabemos que cada país tiene su propia moneda e
inclusive que el dólar es la más importante entre
ellas, sin embargo no nos interesamos mucho por estos
términos.

Existen dos conceptos paralelos que van relacionados
directamente con el de dinero y moneda. La inflación con
el primero de ellos y la devaluación con el segundo. Pero
independientemente de ser dos términos diferentes, son de
interés para cualquier ciudadano perteneciente a una
sociedad. El dinero interesa por formar parte de una familia y la
moneda por formar parte de una nación.

Existen diez (10) distintas denominaciones
de monedas que son dispuestas entre los países
latinoamericanos, ellas son; Bolívar, Boliviano,
Colón, Córdoba,

Guaraní, Lempira, Nuevo Sol, Quetzal, Real y
Peso.
Sin embargo ninguna de estas denominaciones puede ser
objeto de intercambio entre agentes que no se encuentren dentro
de las fronteras de cada país, ni tampoco utilizado como
mecanismo de compra y venta en el mercado internacional, tampoco
es aceptado como pago de la deuda externa.

El sendero.

El sendero es la sección que describe el
camino que se cree se debería transitar para que el dinero
de los latinoamericanos sea utilizado también como
moneda.

Según la historia y las experiencias que se han
venido construyendo desde principios de este moderno siglo XXI,
existen tres (3) condiciones de las cuales debe cumplirse al
menos, para que el dinero de un país tenga valor para el
resto del mundo, ellas son:

  • Hacer creer al mundo que la producción de ese
    país alcanzará a cubrir la totalidad del dinero
    emitido por ese país.

  • Lograr la asociación de dos (2) o mas
    países para comercializar entre ellos y acuerden
    recibir en pago la moneda de cualquiera de los dos
    países.

  • Lograr la creación y que se comparta una
    misma moneda entre dos (2) o mas países.

Lo cierto es que entre estos extremos planteados
anteriormente podemos afirmar que ningún país
latinoamericano cumple con ninguna de las antes mencionadas
condiciones.

A lo largo de la historia se conocen varios intentos de
integración comercial entre países
latinoamericanos, sin embargo las más conocida hasta hace
un tiempo fue el ALCA (Área de libre comercio para las
Américas), siendo un fracaso debido a la
interrupción de su continuidad. Pero a pesar de los
diversos fracasos de este tipo que han sufrido los países
latinoamericanos, existe otra alternativa posible y con ella la
esperanza de crear una moneda común, que logre construir
el escenario de unidad que necesitaría un peso latino para
transitar libremente entre los países
involucrados.

En Europa como bien es conocido, existe una moneda que
une comercialmente a 12 países; Alemania, Austria,
Bélgica, España, Finlandia, Francia, Grecia,
Holanda, Italia, Irlanda, Luxemburgo y Portugal.

El autor; Alfredo Vergara, continúa el
desarrollo del libro con una breve historia del Euro.
Donde el protagonista de esta historia; Altiero Spinelli, un
recluso de una prisión de la Isla de Ventotene, arrestado
por haber participado en un movimiento clandestino para derrocar
al gobierno fascista de Benito Mussolini en el año 1941,
empieza a emplear su ocioso tiempo en meditar sobre la tragedia
en la que se encontraba inmersa Europa, afirmando que no se
podía salir de esta sin la clara unión a la que
debían someterse estos países europeos.

Luego de la disposición temporal de poder a la
que se sometió Mussolini, Spinelli fue liberado de
prisión y ha emprendido una lucha política en
contra de las "naciones-estados" de Europa consiguiendo que su
propuesta fuese escuchada y posteriormente puesta en
práctica por los países europeos, sin embrago esta
práctica no se mantuvo por mucho tiempo, ya que, diversos
gobiernos comenzaron a sabotear las actividades necesarias para
ejecutar el tratado de Spinelli. Pero una crisis invadiría
Europa y obligaría posteriormente a estos países a
crear una moneda única y que fuese compartida para
así salvar la economía de Europa, dando paso al
nacimiento del Euro.

Otro de los puntos desarrollados en la obra es la
creación del Dólar, la moneda más
importante del mundo.

La historia del dolar según el
libro, no es sencilla de explicar pero tiene su origen en los
tiempos del Rey Carlos I de España, cuando este ordeno que
el territorio que actualmente se llama México,
acuñe una moneda similar a la utilizada en el viejo
continente que se llamo Thealer, que por una cuestión de
fonética en estas tierras se denomino
daler. Años más tarde Benjamin Franklin viajo
a Londres para pedir que le dejaran imprimir moneda y así
dejar de depender de las libras esterlinas para financiar la
guerra civil que se estaba librando en tierras americanas. La
propuesta fue rechazada y Franklin decidió financiar la
batalla con unos billetes llamados continental. Una vez terminada
la guerra, los Estados Unidos necesitaban una moneda fuerte para
poder estabilizar su naciente economía y el continental no
podía brindar seguridad ni respaldo al nuevo proyecto de
país. Fue así como el Secretario del Tesoro
Alexander Hamilton decidió adoptar el daler mexicano que
muy pronto la fonética norteamericana lo convirtió
en dólar, de esta forma el daler pasó a ser lo que
hoy conocemos como dólar. 

La sección de "El peso latino",
no es más que exponer y recalcar la importancia de la
creación de una moneda única y estable en
América Latina.

Se sabe, que a lo largo de la historia, diferentes
monedas contribuyeron al desarrollo de cada país
respectivamente y que a través de ellas se hicieron
grandes avances. Por ello la creación de una moneda
forjaría el nacimiento de una gran integración
latinoamericana.

Partes: 1, 2, 3
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